Escuela de Gestión de Riesgos

Cómo ponderar riesgos no financieros

Escrito por Escuela de Gestión de Riesgos | 15 de abril de 2024

En esta sesión Natalia Martínez, experta en riesgos, nos enseña qué es la definición del apetito al riesgo, la evaluación integral de riesgos, la comprensión de objetivos asociados a los riesgos, el tratamiento al riesgo y el monitoreo y revisión continua.

Definición del apetito al riesgo

De acuerdo con lo planteado en la norma ISO 31000 establece los parámetros dentro de los cuales la organización está dispuesta a operar en términos de exposición a riesgos. Para lograr una definición precisa del apetito al riesgo, se requiere un proceso estructurado que abarque varios pasos clave.

Evaluación Integral de Riesgos

El primer paso implica una evaluación exhaustiva de los riesgos que enfrenta la organización en sus diversas dimensiones, incluidos los riesgos, operativos, estratégicos y de cumplimiento. Esta evaluación se basa en análisis cuantitativo para identificar y comprender los riesgos potenciales y sus posibles impactos en la consecución de los objetivos organizacionales.

Comprensión de objetivos asociado a los riesgos

Es fundamental comprender los objetivos estratégicos y operativos de la organización, así como los factores críticos asociados con estos objetivos. Esto proporciona el contexto necesario para establecer un apetito al riesgo - pues si vamos a lanzar un nuevo producto la evaluación de los riesgos asociados a este son fundamentales.

Tratamiento al riesgo

Después de haber evaluado los riesgos, identifica una variedad de opciones para tratar cada riesgo. Estas opciones pueden incluir evitar el riesgo, reducirlo, transferirlo o aceptarlo. Es importante considerar el contexto específico de la organización y los objetivos comerciales al evaluar estas opciones.

Monitoreo y Revisión continua

Prioriza los riesgos identificados en función de su impacto potencial en los objetivos organizacionales y la probabilidad de ocurrencia. Esto te ayudará a enfocar tus recursos en los riesgos más críticos y urgentes.

Realizar ajustes según sea necesario. Esto implica el seguimiento de indicadores clave de riesgo, la revisión periódica de políticas y procedimientos, y la adaptación a cambios en el entorno empresarial o regulatorio que puedan afectar el perfil de riesgo de la organización.